Y los días que reía en exceso, terminaban trágicos, dramáticos como una novela o una tonta película. Alguna fuerza sobrenatural no me dejaba disfrutar, y se encargaba de arrebatármelo todo con unas simples, quiero pensar, diez o doce palabras.
Llegué a la conclusion de que me entrego demasiado, doy todo a una sola persona y espero lo mismo. Eso es tonto, irresponsable, de idiotas. Cómo podría repetir este error, caer una y otra vez con la misma piedra?
Pero es que, oh, el camino cuesta abajo era tan genial, me hace sentir viva. El dolor me hace sentir viva. Las lágrimas rodando por mi mejilla, acariciándola suavemente como el aleteo de mariposas, o como el roce de tu mejilla. La vista nublada, no poder ver ni una sola cosa, y ese sentimiento de que, en cualquier momento, vas a explotar. Que te estas muriendo de adentro para fuera.
Un nudo en la garganta protagoniza la escena sin dejarme respirar adecuadamente, y al tranquilizarme por momentos solo logro romper a llorar otra vez.
¿Qué habia en el acto de sufrir que se me hacía tan tentador?
Solo lo descubriré cuando muera.

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