La lluvia caía torrencialmente afuera, como pequeñas lágrimas o, tal vez, gotas de sudor, acariciando con su húmedo manto todo lo que se interpusiera a su paso. Eso me incluía a mi, por supuesto; parada en medio de una acera desierta, vestida de una manera levemente desaliñada y descubierta para ese invierno que se cernía en aquella ciudad inhóspita.
Por momentos, cuando ningún alma errante interrumpía el hilo de mis pensamientos, varias preguntas acosaban mi subconsciente:
¿Se convertiría el mundo por sí solo en lo que yo siempre había anhelado o tendría que cambiarlo con mis propias manos, sacrificando posesiones?
Yo solo esperaba no tener que cambiarlo, que encontrara su rumbo solo...pero mi vida no iba a ser tan fácil. Esa era la complicación principal de mi vida: cambiar el mundo a mi modo, para que me acepte, para que me quiera, para que me acoja entre sus brazos tal y como soy, como vine al mundo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario