viernes, 21 de septiembre de 2012



Hay cosas que no entiendo, ni siquiera aunque lo intente con todas mis facultades. Y no me refiero a esos misterios científicos que están relacionados con el universo; son sentimientos, se alojan en el corazón de la mente y se empeñan en nunca dejarme, llenos de un capricho indescifrable. Algunos nos pudren de adentro hacia afuera, se filtran en nuestras venas hasta que llenan de veneno nuestras p
alabras; otros, nos hacen más fuertes, y nos permiten sonreír día a día. Pero sin importar cuál fuera era pleno, tenía que ser extremo para hacernos sentir vivos.
¿Por qué tenemos la necesidad de querer sentirnos vivos cuando ya lo estamos? Tal vez era esa insensibilidad que se instala cuando no nos importa nada, y que nos hace sentir vacíos. Entonces empezamos un pleito, una batalla que nos lleve a iniciar la guerra, una que no tiene sentido ni dirección, pero nos hace sentir que vivimos por algo. Algo más grande que nosotros, algo que no se puede tocar ni ver; sólo sentir.

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