lunes, 22 de octubre de 2012

Hola, vengo a romperte el alma, porque corazón no tenes.



Y desde ese momento hasta el día de hoy sigo sin entender qué encontrabas de curioso en vos que en mí no, cuando los dos éramos humanos, y los dos servíamos para tu estúpido e inútil intento de querer descifrar la mente humana social. Creo que no querías verme porque se notaría ese barniz de obsesión que adoptan los ojos de los psicóticos; y no estoy realmente segura de qué era lo que esperabas con tantas ansias encontrar. Algo me dice que vos tampoco lo sabias, pero no lo querías decir en voz alta porque se volvería real, y todos sabemos lo que le pasa a una incertidumbre en esta realidad casi alterna.

También querías creer con todas tus fuerzas que eras diferente, pero eso lentamente te hacía ser como lo todos, porque quién no se encuentra luchando con todas sus armas contra el comunismo tergiversado que se nos trata de ser impuesto ilícitamente; creo que creías tantas cosas que ya no sabías en qué creer, pero, una vez más y como siempre, no lo querías admitir.

¿Te dabas cuenta que la mentira con la que te escudabas algún día iba a dejar de resistir e ibas a tener que dejar de hacerte el ciego y mirar las cosas cómo son, no? Me parece que no. Una victoria y estas en el Olimpo; una derrota y estás colgando de los barrotes de tu casa. Y, aunque mi vida haya sido a veces así, ¿no te parecía que había algo de locura oculta en todo eso? No de esa locura que los adolescentes claman disfrutar, si no de la genuina, de la que asusta, de la de manicomio. Me parece que sí, pero…problemas de aceptación.

Se que así te dejo en claro algunas cosas que no pude decirte porque me faltó coraje, porque no querías escuchar, porque te creías ajeno, porque te crees un cliché andante. Hay algo curioso en ese lago que inundó mi memoria y aguó todos los papeles, mi amor, borrando lentamente tus palabras que tanto bien me hacían, y tanto daño hacen hoy al estar más ausentes que nunca.

Y recuerdo preguntarme a mí misma qué cruel destino le esperaría a aquel que era villano en tu más que vil mentalidad, pibe.

Nothing further; your witness, Mr. McCoy. Y todo terminó.

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